No sería una exageración decir que todos nosotros consumimos YouTube en mayor o menor medida. Hasta aquellos más mayores o menos duchos con respecto al internet lo habrán hecho en más de una ocasión, incluso sin haber sido conscientes.
El caso es que YouTube
Con 30000 horas de contenido subidas cada hora (a fecha de 2019), es un sitio donde proliferan contenidos y sus creadores, de todo tipo y de todo el mundo. Desde su apertura en 2005, su tamaño ha ido creciendo exponencialmente, así como su público. Con semejante cantidad de contenido, YouTube ha tenido que ir adaptándose y recrear medidas que, de forma automatizada, revisan los contenidos de los vídeos para detectar de qué temas hablan o si hay ciertas palabras tabú que limitan o deniegan ingresos, así como visibilidad a estos creadores de contenido.
Aunque la famosa desmonetización es un fenómeno muy interesante de esta página, este escaneo del audio de los vídeos (que ocurre al subir el contenido, antes de ser publicado incluso) resulta en que en la gran mayoría de ocasiones, los vídeos acaban con unos subtítulos automáticos, que es lo que reconoce el sistema, censurando cualquier lenguaje soez. Aunque la mayor parte del tiempo estos son bastante fiables, tanto en español como en inglés, sufre al entrar en tecnicismos o préstamos de otras lenguas.
La magia que traían estos subtítulos es que eran públicos, así que cualquiera tenía la potestad de cambiarlos y añadirlos a cualquier idioma, transformando esas transcripciones automatizadas en unas realmente apropiadas, o traducciones en muchos idiomas, dependiendo de la popularidad de los vídeos. Solo se necesitaba la verificación del creador del vídeo para que estos subtítulos tomaran efecto, y el respectivo crédito se daba en la misma descripción del vídeo de forma automática.
Ejemplo de subtítulos ingleses con las diferentes opciones en un vídeo de YouTube. Es posible incluso traducir el título, para que a aquellos que usen la página en la lengua meta se les recomiende el vídeo, haciéndose sentir más cercano.
Esto creaba, aunque en muy pequeña escala, un sistema de retroalimentación entre fans muy dedicados y ciertos creadores, donde estos traducían los subtítulos de los vídeos (donde se ha de agradecer la existencia de la transcripción automatizada, que delimitaba el timing de cada subtítulo, ahorrándole mucho tiempo a los traductores) y el creador los aceptaba, haciendo posible que su contenido se extendiera a un público mayor.
Por supuesto, esto no implicaba necesariamente que las traducciones fueran profesionales, todo lo contrario; pues son fans con la voluntad y sin el ánimo de lucro necesarios para extender los mensajes que transmiten sus creadores de contenido favoritos. Mientras que nunca oí personalmente de ningún servicio de traducción profesional a creadores (ya que supongo que es algo que se acordaría en privado entre traductor y cliente), sí he visto a creadores que han contratado a servicios específicos para tener los vídeos transcritos de forma profesional.
Sin embargo, el verano pasado YouTube anunció que esta función de su página sería eliminada el día 28 de septiembre de 2020, alegando que era una función “apenas usada” y que “había experimentado problemas relacionados con el spam”, con lo que se centrarían en otras herramientas. Aunque estos traductores eran tan pocos en número que pocas quejas se hicieron oír, la comunidad sorda de la página sí opuso resistencia, que igualmente resultó ser ignorada.
El aviso de YouTube a sus usuarios sobre la futura desaparición de la herramienta
Hoy día, los subtítulos siguen existiendo. Sin embargo, solo los propietarios del vídeo pueden editarlos. Si un fan quisiera traducir el vídeo de alguien, este tendría que ponerse en contacto personalmente con el creador y este debería enviar un documento de texto con todos los subtítulos para que el creador en persona deba ponerlos a mano. Evidentemente, uno puede rápidamente imaginar el esfuerzo titánico que esto puede llevar con vídeos populares o canales con millones de seguidores: contactar con el creador, que ese contacto sea recíproco, atender a esta persona para que acepte los subtítulos, aceptar el envío del archivo (con el que en el peor de los casos alguien malintencionado podría enviar malware) y que este lo introduzca manualmente en su vídeo, al final, para un único vídeo, cuando estas estrellas de la página tienen ritmos mucho más rápidos de trabajo. No merece la pena.
Sin embargo, hay algunas formas de seguir haciendo este esfuerzo colaborativo, aunque sean rebuscadas. A través de la página (extraoficial) de subtítulos de la comunidad, los usuarios pueden acceder a una plataforma externa donde pueden subir subtítulos como si de la versión antigua de YouTube se tratase. Estos subtítulos se pueden descargar como los archivos que YouTube acepta (.SRT) o se pueden subir al sitio. Sin embargo, los subtítulos añadidos solo se podrán observar a través de esta página, creando en sí una pequeña burbuja para los usuarios de los subtítulos.
Aunque ciertos usuarios hayan creado rodeos para poder disfrutar de esta cualidad que para muchos es esencial, este servicio apenas ha recibido atención por parte de los usuarios. Hoy día, uno solo puede ver los subtítulos que fueron implementados con el sistema anterior, de parte de creadores de contenido muy dedicados o que han decidido contratar una empresa externa para facilitar estas tareas, como YouTube misma recomienda.